Tuesday, November 01, 2005

Una margarita se llamaba Daysi

La Paz entró en mi a través de su olor, una mezcla de ladrillos, tierra, canaletas sucias y mercado rodriguez. Podria decir que era ácido, dulzón, amargo y húmedo o podría decir mejor aún que se me hacia a canaleta de lavamanos repleta de cabellos y no limpiada en un buen tiempo.
El primer contacto visual perenne fue la Tumusla (algún día la vamos a subir de espaldas, fué el comentario lacónico de mi tió) desde el cementerio general hasta la plaza eguino: ocredad mustia atiborrada de bulla.
"Ella es tu tía" dijo "esto es San Pedro y esta la casa donde vas a vivir" y asi fui arrancado o mejor sería decir, prodigado por los brazos de mi mama para llenar el vacio infantil en esa enorme casa. Recuerdo que ella venía a mi cuarto, en el que solo chirriaba mi cama de fierro como una gato lastimero y me daba antes de dormir un huevo pasa con marraqueta mientras hablaba conmigo y me veía con ojos maternales a pesar de la dureza de su caracter, a pesar que sus ojos se hicieron pedregosos y secos tras varios fallidos intentos en que su panza no quiso llenarse de vida, aunque una vez si, pero luego no respiró mas y la acompañe varias veces a llenar de flores el frio cemento. Ella era menuda, fuerte, incansable, metódica, trabajadora, de gustos muy refinados, apasionada por Dios y su fé católica a la que se entregó sin condiciones ni preguntas, masticando la esperanza y mitigando los dolores de la existencia en pan sin levadura.
Creci viendola dirigir la casa, nuestras vidas en su imperturbable autoridad. Llevándome de la mano a la misa mientras los aviones caza de la FAB disparaban balas en aquel 1980 y yo me imaginaba agarrándolos con mis manos, mirando a guiñas entre mi dedo gordo y el resto como si fuesen de juguete haciendo brrrrrrrrrrrrrrrrrr. Creció mi amor por ella, mi segunda madre, aunque núnca le gustó que hiciese una banda de rock ni que lleváse el cabello largo ni que vomitáse desde la ventana de mi cuarto en una casona vieja y señorial, segundo piso en el querido Sopocachi con el Illimani de frente donde cocine mi guiso de letras y musica. Como sea y a pesar de la distancia de nuestros intereses, el afecto nos unió y siempre estuvimos el uno para el otro aunque los abrazos eran escasos. Tuvimos la complicidad de uno u otro modo, ella en su corrección yo en mi incorregibilidad, ella en los rezos yo en la estridencia, ella organizada yo en caos, ella apagándose como un fueguito (diría matilde) yo entendiendo que no era inmortal.
Son 8 años ya en que el médico dijo con esa frialdad cortez y compungida "ya no hay nada que hacer, el cancer tomó casi todos los órganos". No sé porque razón, quizá me lo pidió en su respiración fatigada, pero ese miercoles de noche decidí quedarme, acompañar su cuerpo y su razón obnuvilada. Casi 6 de la mañana y se fué en paz, a reclamar su pedacito de paraíso, a darle razón a su fé.
El cemento secaba rapidamente y mi pulso era un barco sacudido en fuerte oleaje tratando de escribir su nombre...Daysi. En el mismo mausoleo un poco mas arriba de aquel otro en que reposaba su niño que vió la luz pero que rápidamente cerro los ojos. Le gustan los claveles y hoy quizá me visite, aunque nunca dejó mi corazón, pero ella sabe que me comere las masitas y tanta wawas antes de rezar como cuando era un niño y me vigilaba y me protegía y me daba su amor de madre aunque casi no hubo abrazos ni muchos te amo, solo un tibio y timido "tu, sabes lo que siento por vos". No sé quien la autorizó pero se pasea por mi sueños y es cuando pasa mucho tiempo y no le dejo claveles. No me vas a olvidar me dijo "o ire a jalarte las patas en tu cama".