Tuesday, September 18, 2007

III

El clamor de una vieja máquina
se desliza cual ventisca por mi lóbulo de agua
su martilleo aguijonea mis lágrimas
es un grito gris columpiando de mi clavícula
y las huellas de anulares amarillos
mojan el entristecido marfil

Camino erguido de vez en cuando entre tus montañas
una consonante vuela en vertical
desde la humedad de tu lengua
efervesce mi pasado
y una sonrisa de niño
borra los efluvios de mis años de sed

Me dormí en la silla sin barniz
con mis manos en ángulo para acariciarte
mientras una fragancia a rosca navideña
me hacía correr a la calle entre gritos y maromas
con piernas que ya no se parecen a las que ahora
se acurrucan acalambradas... estas piernas

El sol nos salpicaba su fuego
y ni ahí se cansaba nuestro osamenta
me enamoré de la niña que posaba y nos observaba
desde su marco blanco y cristal
su sonrisa está en un baúl junto a mariposas, alfileres
cometas, trompos y pelota
volquetas, pistolas y un robot que echaba chispas

¡Hola, máquina! guardé la pelota, el sol y la niña
pero comeré la rosca en un pestañeo de lucidez
las palabras también hicieron un columpio de mi clavícula
y un resbalín de mi memoria
prometo no dormir sin antes acariciarte