Tuesday, September 18, 2007

III

El clamor de una vieja máquina
se desliza cual ventisca por mi lóbulo de agua
su martilleo aguijonea mis lágrimas
es un grito gris columpiando de mi clavícula
y las huellas de anulares amarillos
mojan el entristecido marfil

Camino erguido de vez en cuando entre tus montañas
una consonante vuela en vertical
desde la humedad de tu lengua
efervesce mi pasado
y una sonrisa de niño
borra los efluvios de mis años de sed

Me dormí en la silla sin barniz
con mis manos en ángulo para acariciarte
mientras una fragancia a rosca navideña
me hacía correr a la calle entre gritos y maromas
con piernas que ya no se parecen a las que ahora
se acurrucan acalambradas... estas piernas

El sol nos salpicaba su fuego
y ni ahí se cansaba nuestro osamenta
me enamoré de la niña que posaba y nos observaba
desde su marco blanco y cristal
su sonrisa está en un baúl junto a mariposas, alfileres
cometas, trompos y pelota
volquetas, pistolas y un robot que echaba chispas

¡Hola, máquina! guardé la pelota, el sol y la niña
pero comeré la rosca en un pestañeo de lucidez
las palabras también hicieron un columpio de mi clavícula
y un resbalín de mi memoria
prometo no dormir sin antes acariciarte

Thursday, August 02, 2007

EL PUENTE


Jocelyn soñaba con la ciudad, se la imaginaba grande y soberbia, sembrada de millones de estrellas, como las que veía todas las noches en el embovedado oscuro del altiplano donde ella vivía. Jocelyn también se imaginaba ver estrellas en la calle, moviéndose ligeras entre un mar de rostros desconocidos para ella. Su abuela le había dicho que cuando miró la ciudad de La Paz por primera vez, fue de noche, parecía que las estrellas se hubieran caído del cielo, solo que eran de muchos colores y miles se movían rápidamente, como queriendo retornar al cielo. Le contó que había tantos autos y gente que parecía que la ciudad se derramaba hacía una canaleta y todos se perdían entre quebradas al sur. Desde ese día soñaba con ir a la ciudad y llegar de noche para ver a todas las estrellas juntas, las del cielo y las que se habían caído.
En su pueblo no habían autos y los pocos que pasaban lo hacían lejos de su casa, sólo de vez en cuando escuchaba el ruido del motor y corría rápida al camino, su corazón se aceleraba y una gran sonrisa le partía la cara; le gustaba ver los carros en las noches, ya que los focos de los mismos se asemejaban a dos luciérnagas veloces volando al compás y a la misma altura raudamente. Imaginaba que se agarraban de la mano para no perderse y así recorrían los caminos cubiertos de tierra y misterios.
Ella quería ser una luciérnaga para poder volar donde quisiera y, no perderse nunca en la fría noche, porque tendría un foco en la frente que iluminaría todos los caminos y descubriría qué extraños seres moran la pampa entre las montañas, los sembradíos y la paja. Ella presentía en su corazón que esta tierra no estaba sola, y que cuando todos dormían, estos extraños seres se paseaban impávidos por su pueblo, pellizcando a las vacas, corderos y burros que dormían en los corrales, por eso se escuchaban mugidos o relinchos de cuando en cuando, como voces lastimeras.
Jocelyn iba a la escuela todos los días, le gustaba vestir su guardapolvo blanco y dibujar las letras con lápices de colores, nunca se atrasaba, salía como un cometa de su casa y sus pies casi no tocaban el suelo, corría como levitando, el viento frío mordía sus cachetes morenos y paspados. En el camino a su escuela ella debía atravesar un viejo puente sobre un riachuelo para llegar a la siguiente comunidad donde estaba la escuela, todos los días era un viaje de 40 minutos, pero lo hacía feliz, no le importaba caminar tanto. A veces iba sola, otras con algunos de sus amigos y compañeros, otras con su hermano menor, quien prefería a sus amigos, pero igual lo tomaba de la mano y lo arrastraba a toda carrera por el camino y parecían un cometa y un trompo atados en fugaz baile. Pero ella prefería ir sola, así podría jugar en su mundo de fantasía que tan ricamente había construido con infinidad de seres invisibles y visibles. Cuando iba con sus amigos, inventaba juegos durante el trayecto, los habían aquellos que eran competencias con algún tipo de premio para el ganador, otros simplemente, creaban mundos imaginarios y se convertían en seres extraordinarios venidos de sitios lejanos como el sol, la luna o las estrellas. La escuela siempre era una aventura para ella, por sus juegos y por el aprendizaje de cosas tan raras que muchas veces no entendía, porque no tenían el menor sentido para su vida, pero de todos modos guardaba todo con precisión en sus cuadernos. La maestra también les contaba de la ciudad, de lo grande que era, de la cantidad de gente que la habitaba y que siempre debían estar muy atentos y con sus cinco sentidos para no perderse o ser atropellados por los miles de carros que sin orden convulsionaban las vías.
Jocelyn no tenía padres. Su papá desapareció mucho antes de darle la oportunidad de conocerlo, su mamá había fallecido por consecuencias del parto del cual nació su único hermano. Su abuela, que era también la mamá de su mamá, fue la que los puso en su espalda y cargó con ellos sin lamentaciones, guardando el dolor de la perdida de su única hija.
Su madre murió cuando ella no tenía más de año y medio, así que el recuerdo era nulo, vago y opaco, como las brumas que cubrían los cerros en una mañana nublada.
Su abuela tenía una conexión especial con ella, especialmente cuando reía, pensaba que esa sonrisa que le partía la cara, iluminaba todo con sus dientes diminutos, y que, por alguna razón, al perder a su hija, Jocelyn era una extensión de ella y cuando estaba feliz se desdoblaban y las podía ver paseando juntas con la cara partida de alegría.
Ese miércoles de junio La Paz amanecía fría, una vez más, aunque el sol asomaba magnífico sobre el Illimani. Jocelyn despertaba en su pequeño pueblo y sus ojos somnolientos descubrían a su abuela hirviendo el agua en un viejo anafe. Saltó de la cama, se lavó la cara y las manos, estaba lista para un nuevo día de escuela.
En la ciudad el día era enérgico y rápido, miles de personas y vehículos ocupaban las arterías sin sentido aparente. Por el contrario, el pequeño pueblo estaba quieto, plácido, como si se hubiera detenido en el tiempo y más bien luchase por retroceder en el.
Ya de noche, como un sembradío de luciérnagas, la hoyada no descansaba y de lejos parecía que el cielo y suelo estaban unidos inexorablemente, con estrellas de todos los colores, algunas mas brillantes que otras.
Una ambulancia llegó al Hospital del Niño a toda velocidad, llamando la atención de los transeúntes a su paso con su aullido de mal agüero. Los paramédicos sacaron la camilla con un pequeño cuerpo y lo transportaron a urgencias velozmente para que los médicos y enfermeras evalúen y se hagan cargo del difícil momento.
Pasaron las horas lentamente, como una procesión afligida, en que los médicos hacían su trabajo y el pequeño cuerpo de una niña luchaba en su inconciencia por su vida.
Un médico y una enfermera se dirigieron a la sala de espera donde, una anciana de rostro oscuro y marchito pero de ojos vigorosos esperaba.
Usted señora es la abuela de la niña, Si doctor, Que ha pasado con su nieta, dígame porque no entiendo, las enfermeras me dicen que se había lanzado del puente y ha llegado casi muerta por un TEC, No entiendo señor, Un traumatismo encéfalo craneal pues, es decir, aj, no importa, el asunto es que ahora esta en coma y esperamos que pueda recuperarse, pero quiero saber porqué o como se ha lanzado del puente, No se ñito, qué haiga pasado, ella estaba yendo ande su escuela como todos los días y cuando enay otras guaguas han pasado por el puente lo han visto a mi Jocelyn botada como muerta con harta sangre dice, Sigo sin entender abuela, a que santo se ha lanzado del puente o la han empujado sus amigos, No ñito, solita estaba y se ha caído o se ha botado, no se siempre, solo quiero saber como está, Sus signos están estables, es decir su corazón, pero su cabecita se ha roto y tiene sangre dentro, así que tenemos que abrir el cráneo, aspirar con una sonda la sangre porque es peligroso si se queda ahí y luego la cocemos y esperamos que recupere, porque ahorita esta como en coma, Ay, no se ñito, no te entiendo, sálvala pues a mi Jocelyn, que no se muerta ñito, por favor.
Tras esa primera evaluación, un grupo de médicos y enfermeras se encerraron en el quirófano, por espacio de seis horas operaron a la niña e hicieron todo lo posible para salvarla. Cuando terminaron manifestaron que la operación había salido bien y que solo restaba esperar a que la paciente responda adecuadamente a la operación y posterior tratamiento.
La abuela no dejó de musitar palabras inaudibles mientras levantaba sus manos arriba y limpiaba con su manta sus ojos llorosos y sujetaba firmemente a su nieto menor. No se había movido de la sala blanca de espera, era como un montoncito de carne seca y vigilante, de rato en rato seguía los movimientos de algún empleado de limpieza con sus ojillos pequeños y se llevaba los dedos a la nariz, como molesta por el aroma a cloro que emanaba del piso.
Amanecía nuevamente en La Paz, despertaba el monstruo que duerme con un ojo abierto y en sus entrañas huecas, como hormigas, se iniciaba la danza patética diaria. Jocelyn había llegado de noche a la ciudad, así como lo soñó, pero no pudo ver las millones de estrellas caídas que su abuela le había contado, porque llegó inconciente y en una ambulancia con un severo traumatismo cráneo encefálico producto del salto o, caída, del puente de su pueblo, el cual solía atravesar todos los días entre risas y juegos, como un cometa de tela blanca y plisados.
Pasó una semana antes que abriera los ojos, en su cara se esbozaba una enorme extrañeza, las caras que miró eran aún más extrañas, se sobresaltó y un susto en forma de palidez arremetió contra su rostro, quiso incorporarse pero no pudo, se sentía mareada y débil. Llamaron a su abuela quien apresurada ingresó a la sala y buscó a la nieta con sus ojos vivaces y encontró los de ella, duros primero, pero en cuanto la vio, su expresión se fue suavizando. Le agarró las manos y le largo un montón de frases y preguntas pero no obtuvo ninguna respuesta, solo los ojos de Jocelyn que la miraban fijamente. La enfermera se encargó de explicarle a la abuela que, producto del golpe, su nieta había perdido el habla.
La abuela había hecho enormes sacrificios por su nieta, para después del accidente trasladarla a la ciudad en una ambulancia, ya que en el pueblo la atención era insuficiente y precaria. Ahora no se movía de su lado y con verdadera devoción atendía a la niña, quien poco a poco mostraba notables signos de mejoría, ya podía moverse, tenía mucho apetito, y volvió esa sonrisa suya a casi partirle la cara, pero sin sonido, ya que aún no hablaba. Los médicos tras tenerla en examinación, pronosticaron que la incapacidad en el habla, fruto del hecho post traumático, no sería algo permanente y que en cualquier momento lo recobraría. Demás está mencionar el hecho del interés de todos, en averiguar, porqué una niña de 8 años intento suicidarse o si alguien había atentado contra su vida.
Tras dos semanas desde el accidente, Jocelyn empezó a balbucear nuevamente palabras. En todo el tiempo anterior ya sabía que estaba en la ciudad, aunque se puso triste de no haber visto las millones de luces en la noche y los carros, pero igual estaba contenta y se la pasaba frente a la ventana, que para mala suerte suya, daba a un patio trasero, pero igual estaba llena de emoción al poder ver, más allá, edificios que se erguían como gigantes disecados. Cuando ya pudo hilvanar frases completas, aunque con cierto persistente tartamudeo, los médicos a cargo y enfermeras de la sala la sometieron al esperado interrogatorio del porqué se había lanzado, prácticamente de cabeza, desde el puente de su pueblo. Después de la explicación de la pequeña, no se escuchó una mosca por el aire, todos contuvieron la respiración un momento, los rostros estaban estupefactos y sorprendidos y luego de pronto, estalló una carcajada general. A partir de ese día los comentarios como ondulantes serpientes recorren los pasillos y salas del hospital contando acerca del supuesto intento de suicidio de una niña de 8 años llamada Jocelyn.
Hasta aquí amigos finaliza la historia, pues en realidad no hay mucho más que contar, pero sería desatento de mi parte y poco empático dejarlos con un enorme signo de interrogación y que no sepan del porque Jocelyn saltó del puente ese día de escuela. No voy a contarles todo el interrogatorio y las respuestas, pero les explico en resumen, la desesperada situación de una niña, qué la llevó a tomar tal medida y casi matarse. Pues sí, ella sola salto del puente tras botar primero sus cuadernos a las casi inexistentes aguas, por ser invierno y no haber lluvias, es decir nadie atentó contra su vida, razón por la cual todos pensaron que era un suicidio. Al preguntársele porqué quiso suicidarse, Jocelyn dijo: “¿suecidio?, que es eso doctorcito, ni conozco esa palabra”, para cuando terminaron de explicarle que significaba que ella había decidido matarse, ella respiro profundamente primero y luego una gran sonrisa le casi partió la cara por la mitad.
Resulta que cuando ella, como siempre, se aprestaba a pasar el puente, de la nada y sin aviso se le apareció el diablo en persona, así como lo leen, el diablo, el supaya, Belcebú, llámese como sea. Dijo que tenía grandes cuernos como los de un toro, los pies como las patas de los chanchos y había un extraño olor en el aire, su cuerpo estaba lleno de pelos hasta en su cara. Se puso en medio del puente y no la dejaba pasar, dijo además, que llevaba una especie de tenedor grande en las manos y ella creía que la iba a punzar. Ella retrocedió y el diablo avanzó hacía ella con intención de agarrarla, y como ella misma reflexionó en ese momento, al ver avanzar el diablo con las manos abiertas, dijo: “No pues doctorcito, no me iba a dejar agarrar por el diablo, así que he botado mis cuadernos primero del puente y luego yo he saltado bien rápido con los ojos cerrados, porque no me iba a agarrar tan fácil.”

Tuesday, July 24, 2007

FRIO AFFAIRE

Sus ojos, dos aceitunas lustrosas, examinaban el lugar con una vivacidad de fuego y un interés que hacia de su piel, una membrana fina y transparente que delataba el deseo agazapado y al acecho. Animal tenebroso de lengua carnosa y extremidades sudorosas.
Se movió sigiloso serpenteando sobre el cuerpo. Sus ojillos aceitunados le devoraban la piel, le lamía quedamente con papilas de aire. Recorría, sin apuro, el muslo que colgaba ligero fuera del asiento, con ademán de posarse sobre el suelo para abandonar el auto. El vestido florido se sujetaba a sus hombros y cintura, la abertura que liberaba sus muslos morenos, era una boca abierta, roja, jugosa, una cereza apetitosa.
Ella había salido de casa con un tenue rosa sobre sus labios y una premonición que se dibujaba como sus ojos; negrísimos.
Un estallido en sus oídos, algo así como un paso entre la certeza y el cansancio. Pegó su nariz al vidrio y la descubrió con el cuello inclinado y una intensidad de ocaso en los redondos pechos, un estremecimiento extraño lo despertó del letargo previo y sus ojos, aceitunas lustrosas, la engulleron de un solo bocado. Sus manos torpes la sujetaron con firmeza, ella guardaba la respiración, la envolvió con sus brazos mientras un rosario roto, apasionado e ininteligible, resbalaba de su boca como un arrullo. Se le encendió la cara y no dudo en besarla y mordisquearla furiosamente antes que el frió la envolviera. La arrastró casi suplicante como cargando una cruz. El ardor en su abdomen lo dominaba más que la cordura y le desgarró a dentelladas la abertura del vestido florido. Cópula oscura. Sudaba y jadeaba pesadamente entre emoción e incontenible desdicha y miedo, lloraba mientras la poseía maldiciendo para sus adentros pero dándose mas bríos.
El siempre la esperó. Ella, núnca llegó. El día es aciago, pero el sueño voluptuoso en medio de la nada y de la tibieza idílica del momento, es una navaja filosa que cercena cualquier escrúpulo de razón.
Las luces de la patrulla y un vocerío amenazante hace que abandone su affaire con la muerte. Con los ojos llorosos, aceitunas lustrosas de bronca, veloz repta entre la oscuridad. La gente es un murmullo que cubre el barrio, un cuerpo sin vida es sacado del auto deshecho y el otro es encontrado a unos metros, con el vestido florido rasgado, sangrante y, los muslos morenos fríos y marchitos.

PD.( Había pensado en un cuento necroerótico y caí en cuenta que ya había hecho uno parecido. Así que, con el permiso de Uds. lo comparto nuevamente con alguna que otra pequeñisima corrección.)

Wednesday, May 09, 2007

X

La escarcha en tu frente se quiebra
como las alas secas de una mariposa,
como mi angustia sostenida del farol amarillo y reseco,
del pendulo macizo de tristeza,
del pendulo endeble de coraje
que es tu carne en desesperación vertical con las sombras,
que es mi grito regurgitado de un chacal en llamas.
La escarcha en tu frente se diluye
como el hielo alto de la montaña
como la esperanza enlutada en el crepúsculo
como el silencio aguijoneado por la tempestad azul
como mi fe, que hace trapecio con telarañas de claridad.
Tu grito reverbera en el ojo muerto de un ciego
el frío, tan tuyo, se regodea en la fragancia del abandono.
Reniego de esta muerte,
increpo a las aldabas oxidadas por atarme
en la verdosa fraternidad del desperdicio,
en el lúgubre hato famélico descuartizado.
increpo a la yerba y al musgo,
a las piedras impasibles que etiquetan tu rigidez
y a tu rigidez que no va con mi pulso.

Thursday, April 19, 2007

AMANECER DE 2 NOCHES AGITADAS




La noche había empezado ilusoria, prometedora, llena de posibilidades, repleta de cadencia y ocultando la locura. Creo que siempre empieza así, de alguna manera el inicio trae tantas posibilidades y los fantasmas merodean lejos, casi imperceptibles pero no del todo, pues, que noche no trae sus espectros, la incertidumbre de la razón y la demencia en bungee.
La cena transcurrió en un ambiente calmo de colores pálidos, frases hechas, otras forzadas, otras inteligentes, otras irónicas, algunas soberbias, algunas lacónicas, las menos rabiosas, las menos prometedoras. Como sea, todas apretando el corazón y cerniendo en lo posible aquellas que reclaman o hieren. Ya no era tiempo.
El repiqueteo del celular por alguna razón me produce un temblor, miro la pantalla y su rostro se dibuja en el nombre que parpadea, Mariana, contesto sereno y hago una cita mientras el temblor ahora es un estremecimiento que me ocupa las caderas.
La fiesta se había armado y el brillo de las luces que miraba desde el sur eran las señales a seguir para aterrizar en el exceso. Ellos ya habían dictado y cifrado las coordenadas. Ellos, tan muertos como yo, empezaron el viaje para recorrer los límites de sus cuerpos.
Decidí huir y apartarme por unas horas, el estremecimiento ahora ocupaba todo mi cuerpo. Mariana me esperaba, enfundada en jeans y botas, serena y caliente, con el cabello recogido y esa mirada esquiva y felina que salía de su rostro de teenager.
Un taxi, un motel cercano y, las palabras inexistentes fueron reemplazadas en nuestras bocas por los besos y gemidos. La entrega fue salvaje, animal, fue una pelea caníbal por la carne y el agua de nuestros rincones.
La besé con ansias antes de dejarla, ella debía marcharse, yo tenía un encuentro con ellos, le dije que esperaba verla muy pronto y ella replicó que tuviese paciencia, que me llamaría. La vi marcharse como siempre hace, mirándome desafiante y haciéndome saber que ella y yo somos solo un juego.
Ellos y yo, la complicidad nos hace irrumpir con desenfado en las heridas de la ciudad y derrapamos y nos perdemos, pero al final, la soledad siempre nos ata.
El boliche tenía una banda de sonidos urbanos y populares, las canciones volaban entre nosotros como hélices afiladas, la gente bailaba empujada por el mismo resorte, litros y litros de alcohol en cualquier variedad. Me refugié en la barra, observaba todo con atención e ironía: La gorda sola, chela en mano, olvidando complejos, acordándose de como ser seductora; El grupo de gringos encantados con las jodas y música del tercer mundo buscando un proveedor de coca o ganja; Los oficinistas en grupo, sin puta idea de nada pero en cacería de secres y compañeras; Un travesti en minifalda y medias de red haciendo gala de un cuero mucho mejor que montón de las mujeres del lugar.
Todo continuaba con una relevancia cercana al hastío, mas baile, más gente ebria, gente de caceria, un imberbe confundido e hipnotizado por el travesti, siguiéndolo tomado de la mano como un títere enamorado. Me doy cuenta que no aguanto más, que quisiera disparar contra todos estos simios y acabar con su miseria y patetismo de una vez por todas. Comienzo a sentir como las nauseas suben como espuma de cerveza, siento frío y luego calor, sudo como un puerco y exudo el olor de Mariana y esta rabia, ya no me queda nada, ¡hijos de puta todos son culpables!
El taxi patina por la carretera, ellos y yo descendemos en nuestros miedos aunque la tozudez y algarabía gobierna nuestros deseos. Conseguimos más alcohol para soportarnos. La casa es reconfortante y de colores intensos, pero en ese lugar como dice el dueño, hasta las paredes tienen cicatrices.
Miro a mí alrededor y la tristeza se enseñorea en los rostros como la sangre en un campo de batalla. Los discursos van y vienen, las reflexiones son astillas molestosas, estoy quieto queriendo desaparecer y, como si nada, desaparezco entre mi cuerpo y el cansancio.
Los gritos y los juegos son risibles, la excitación por asaltar el día y tomarlo por las astas después de haber consumido la noche en una línea extensa de somnolencia impúdica, nos enardece el grito interno y se vuelve un aullido lisérgico para seguir gobernando la demencia y aporrear más las cicatrices contra los caminos afilados.
Ellos me transportan, me arrastran hacia la extenuación. La rabia dilata las venas de mi frente y mentalmente los sumo a mis cadáveres no sin antes dispararles a quema ropa, pero, solo es el sol que se me inocula impávido y sin gentilezas cociéndome en picada.
El día es nuevo, nuestras mentes arengan a nuestros cuerpos que, sin piedad, se despojan de las heridas, del abandono y de un visible down y, de pronto, ya no es un desafío, ahora es una victima que debe ser pasada por encima y convertida en oscuridad nuevamente.
Las canciones irrumpen unas tras otras como corredores en una maratón exquisita, lentamente se apropian de toda reacción, debo bailar, debo morder el aire y golpearlo contra mi cabeza y mis extremidades. Ellos y yo recorremos el momento irreverentes, quebrando los años que nos han caído.
La insoportable pesadez de la presión nos rinde a momentos. Ya no soporto más, Jode esta mierda, Si, pero te digo que estoy a un punto de volverme en asesino, Yo lo soy, al menos creo que lo soy, ¿Lo harías? ¿Si te doy un arma les volarías la cabeza?, Claro que si, antes que yo me joda me llevo al menos 20 boludos conmigo, porque solito no me voy ni en pedo, Hagámoslo, pero en serio, yo compro el arma, Y yo la disparo, si que lo hago, Y luego me disparas a mi, Claro pendejo, ni creas que te voy a dejar todo pancho.
La huida es rápida, la noche, otra vez. Recorremos la ciudad, siento el olor a pólvora en mis dedos, todo avanza demasiado veloz, no entiendo nada, estoy como en una caja de vidrio y todos giran y vociferan con estruendo, pero no oigo ni mierda, pasan como haces de luz distorsionados. Ellos, ellos ya no están, los busco entre los cuerpos, piso cabezas y brazos pero no encuentro sus huellas, un hueco oscuro de dientes púrpura los ha tragado, yo me he quedado anestesiado, con el olor a pólvora en mis dedos, con el olor a soledad en mi cuerpo.
Voy errante a algún lugar, las sombras me siguen y acarician. El repiqueteo del celular me vuelve al mundo, miro la pantalla, Mariana, un temblor me recorre y otra vez el estremecimiento en mi cadera se expone. Encuéntrame en la plaza en 15 minutos corazón, Si preciosa, la plaza, allí estaré. Obnubilado y casi ciego palpo su cuerpo, miro y esta enroscada a mi, su piel cálida y tersa me cura todas la heridas, ella me besa y gime complacida. Vamos amor. Me dice. Ahora que estas listo y armado dispárame.
(Nota: Este es un casi cuento al estilo comic, practicamente por cuadros, o al menos eso pretende ser. Solo imaginense los dibujos y lo tendrán más redondo, talvez.)

Tuesday, February 13, 2007

XIX

La lluvia se despeña tras las ventanas.
Las casas caóticas de la montaña ahogan su voz,
Entre destellos eléctricos.
Como cuerpos rendidos al frío
Duermen los gigantes de la cordillera
En el ignoto velo plomizo del tiempo infinito.
Se desliza la niebla
Como un espectro errante y gris,
Como una telaraña de soledad
En los cráneos de cuencas deshabitadas,
En las fosas silenciosas y descarnadas
De una ciudad desterrada de respiros.
Desde lejos marchan los relámpagos,
Como luciérnagas gigantes vestidas de novia,
Aparecen y desparecen
Iluminando el valle sembrado de huesos.
El viento sopla los harapos
Que se yerguen sobre los mástiles negruzcos
De un campo de eucaliptos muertos.
El valle se anega de tempestad,
Agua ocre y maciza se lleva la tierra
Agua ocre, maciza y tierra enlutan el valle de mazamorra.

Wednesday, January 31, 2007

Mirandote desaparecer


Last night I dreamed that I was dreaming of you
(Tom Waits)

La luz del neón se me inyecta en los ojos como una navaja afilada y violeta. La pared negruzca soporta el cartel como una certera herida en su pecho hollinado, como un mohín irónico a mis ansias de vivir, Juntacadáveres, así se llama el pub, me pregunto que pensaría Onetti pero no importa. Ella trabaja allí.
El día es un hastío siniestro que me revienta la carne, los cigarrillos están cada vez más suaves y el Jack D se me hace cáustico. Cierro los ojos y me la imagino “from a window across the lawn I watched you undress wearing a sunset of purple tightly woven around your hair, that rose in strangled ebony curls moving in a yellow bedroom light.”
El lugar es una procesión de gastados cuerpos, de gastados deseos, las voces un murmullo lánguido confundido con el music box que envuelve todo mi cuerpo como una colmena susurrante entre la percusión y la voz aguardentosa, atormentada, apasionada e hiriente de Tom.
Su piel pálida y mortecina se mueve sigilosa entre los vasos, el licor y el humo que nos cubre como un manto de santo disimulando nuestra tristeza. Ella se mueve sin esperanza, sin una sonrisa, ella camina como levitando, como inexistente, ella es mi ángel, ella sabe como salvarme “I hear you champagne laugh you wear two lavender orchids one in your hair and one on you hip…I hear a banjo tango and you dance into the shadow of a black poplar tree.”
Ella es hermosa como solo hermosa se es sin ninguna explicación, sin ninguna comparación con nada porque nada se le compara, porque nada se le parece. Recuerdo como vino a mi, recuerdo pero no quiero recordar. Hace tiempo que me ignora, hace tiempo que no me salva, hace tiempo que no me mira, ella tan solo se arma de olvido.
Creo que te dejaré, no me quedaré más en la barra siguiendo tus movimientos, he decidido rearmarme, ya verás que brillaré, vamos Tom dame algo crudo y cortante y principalmente sin ella, “The air is wet with sound, the faraway yelping of a wounded dog and the ground is drinking a slow faucet leak.” ¡Eso es! Un perro herido, yo no soy un perro ni estoy herido, pero voy a herirte. Entiendo claro que entiendo, el aire esta mojado, salpicado de silencio, grande Tom!!!
No reparé en esas dos preciosas rubias, tan parecidas la una a la otra y tan bella una como la otra, hace tiempo que las veo en este lugar, pero no las miraba en realidad porque mis ojos solo te seguían.
Hola me invitás una cerveza, Claro que si como te llamas, Natalia y vos, Yo, Dale Cami vení que nos invitan unas birras, me decías, Digo que eres una joya de perfecta, Uy que lindo que sos pero decime algo que no escuche siempre, porqué tan solito, Eh, no, yo tengo, tenía, Salud, Cami vení ¿eh?, Nada, Me das un faso, Si, Pará ya vuelvo.
Espero y disfruto de la faldita corta de Natalia y sus piernas torneadas y largas que bailan frenéticas en un escenario improvisado, mientras un tipo de comic recita versos suicidas y patéticos, otros tres sujetos la rodean anegándola de cerveza y Cami que nunca vino, pues hay como cinco que la agasajan proveyéndola de lo que quiere. Todos esperan, yo también, todos creen haber hecho lo justo para abandonar el lugar con una de ellas.
Las veo cerca al baño acariciándose y besándose apasionadamente, Natalia me llama con gestos, voy rápido, Me das otro faso. Le enciendo el pucho y nada más, las veo perderse por una puerta entrelazadas como sirenas doradas.
Vuelvo a la barra y a ella, tengo mil pensamientos, me duele el corazón y el bombeo se hace errático, mis palabras son pequeñas cicatrices que sangran. Ella se acerca y me mira de una manera en que no me había mirado en años, me hace soñar y me deja, aquí “I watch you as you disappear.”
Aún sigo aquí, después que me miró como no lo hizo en años, ahora te entiendo Tom “You haven’t looked at me that way in years, you dreamed me up and left me here. How long was I dreamig for what was it you wanted for me. You haven’t looked at me that way in years. Your watch has stopped and the pond is clear. Someone turn the lights back on. I’ll love you til all time is gone. You haven’t looked at me that way in years. But I’m still here.
(Un relato brevísimo e incoherente tras 10 vasos de un jack D, con la maravillosa música, letras y voz de Tom Waits intercalandose, como vuelos fantasmas de murciélagos arañando los ojos, claro que la música hay que imaginarsela porsupuesto)